El día anterior a su muerte lo llamé por teléfono a las once de la noche para comentar con él algunas cosas del Coro de Aparejadores; le noté en la voz que estaba cansado, cosa que no era de extrañar después de cuatro días de esquí en Pajares. No obstante, hablamos un rato y quedamos en vernos al día siguiente para entregarle unas partituras y al final de la conversación se despidió con «un abrazo», esa despedida fue la última y definitiva, nunca se me olvidará. Como normalmente nos veíamos con mucha frecuencia yo no recordaba que Víctor se despidiera con «un abrazo», pero algo le movió a decir eso, que me dejó intrigado desde que colgué el teléfono, en todo caso se lo llevó con él.
Esta temporada, todavía no hemos entregado el premio «Camerino 22». Víctor me delegó el voto, por estar él en la «semana blanca» con el colegio y no poder asistir a la reunión de la junta directiva. Ahora, ¿quién tiene fuerzas para entregar premios?, ¿qué me importa a mí en este momento la ópera, la escena, la dirección musical o los cantantes?, ¿para qué voy a volver yo a la ópera si ya no voy a tener en la butaca de al lado a mi amigo?
El pasado sábado, cuando nos despedíamos todos de Víctor, se podía apreciar el cariño de todos sus amigos y familiares. El coro le cantó, como pudimos, una canción de despedida. Puedo asegurar que fue la interpretación más triste de mi vida y, por lo que pude ver, los demás compañeros se armaron de valor para poder terminar sin derrumbarse.
Víctor era un esquiador incansable y cuando íbamos a esquiar con amigos y familiares, al final de la jornada, cuando ya todos estábamos derrotados, decía: «Id tirando, que yo voy hacer otro descenso. En esta ocasión ha cogido un remonte a una cima muy alta pero ya no desciende, y nosotros, aquí abajo, vamos tirando.
Alberto López Coya,
presidente de la Asociación «Camerino 22», Oviedo