viernes, 5 de marzo de 2010

PREMIO CAMERINO 22 - LXII TEMPORADA

Una vez bajado el telón de la LXII Temporada de Ópera de Oviedo, la Asociación Camerino 22 ha decidido otorgar el Premio anual que lleva su nombre al bajo barítono menorquín Simón Orfila.

Su destacada actuación en las funciones de la ópera mozartiana Don Giovanni, en el papel de Leporello, y el compromiso adquirido con la Temporada ovetense desde su debut allá por el año 2000, encarnando a Enrique VIII en Anna Bolena, han sido los argumentos valorados por Camerino 22 para otorgar el Premio a este artista cuya continuada trayectoria ascendente ya es reconocida en los principales teatros del orbe lírico.

La entrega del galardón se efectuará en fechas próximas coincidiendo con una actuación que Orfila tiene prevista en Oviedo, ya que sus compromisos artísticos no le permiten hueco alguno para efectuar el desplazamiento.

Cabe señalar que en esta ocasión el Premio está ciertamente condicionado por el tremendo hueco dejado por uno de los componentes fundadores de la Asociación Camerino 22, Víctor García Martínez, fallecido recientemente de manera inesperada y cuyo recuerdo perdurará para siempre entre los miembros de este colectivo.


Con éste son ya diecisiete los Premios otorgados por Camerino 22 de forma ininterrumpida, en las 13 primeras ocasiones en el marco de las Temporadas en el propio Teatro Campoamor, al ser entonces sus componentes cantantes del Coro de la Ópera, y en los últimos cuatro años ya como Asociación no ligada al Teatro. El objetivo del Premio se fundamenta en “Homenajear a las personas, instituciones, entidades, asociaciones u organismos cuya aportación, en sus distintas facetas, haya contribuido de forma significativa al desarrollo, enaltecimiento y proyección de la Temporada de Ópera como manifestación máxima de los valores culturales del Principado de Asturias”.

lunes, 8 de febrero de 2010

"Camerino 22", menos uno


Ha fallecido Víctor, mi amigo del alma. Os aseguro que no sé por dónde empezar ni qué decir. Esta vez ha pillado muy cerca y estamos todos destrozados: su familia, sus amigos... no apetece nada más que llorar hasta derretirnos. Todo el mundo me dice que tenemos que hacer algo, un homenaje, un premio, las dos cosas, pero yo no puedo hacer nada, estoy paralizado por el recuerdo y el dolor. Víctor era mi compañero de cuerda en los coros desde hace dieciocho años, también estaba en la junta directiva de «Camerino 22», teníamos el abono juntos en la ópera, íbamos a esquiar con nuestras familias, y así una lista interminable de aficiones comunes que nos unían. Pero lo más importante es que éramos amigos .

El día anterior a su muerte lo llamé por teléfono a las once de la noche para comentar con él algunas cosas del Coro de Aparejadores; le noté en la voz que estaba cansado, cosa que no era de extrañar después de cuatro días de esquí en Pajares. No obstante, hablamos un rato y quedamos en vernos al día siguiente para entregarle unas partituras y al final de la conversación se despidió con «un abrazo», esa despedida fue la última y definitiva, nunca se me olvidará. Como normalmente nos veíamos con mucha frecuencia yo no recordaba que Víctor se despidiera con «un abrazo», pero algo le movió a decir eso, que me dejó intrigado desde que colgué el teléfono, en todo caso se lo llevó con él.

Esta temporada, todavía no hemos entregado el premio «Camerino 22». Víctor me delegó el voto, por estar él en la «semana blanca» con el colegio y no poder asistir a la reunión de la junta directiva. Ahora, ¿quién tiene fuerzas para entregar premios?, ¿qué me importa a mí en este momento la ópera, la escena, la dirección musical o los cantantes?, ¿para qué voy a volver yo a la ópera si ya no voy a tener en la butaca de al lado a mi amigo?

El pasado sábado, cuando nos despedíamos todos de Víctor, se podía apreciar el cariño de todos sus amigos y familiares. El coro le cantó, como pudimos, una canción de despedida. Puedo asegurar que fue la interpretación más triste de mi vida y, por lo que pude ver, los demás compañeros se armaron de valor para poder terminar sin derrumbarse.

Víctor era un esquiador incansable y cuando íbamos a esquiar con amigos y familiares, al final de la jornada, cuando ya todos estábamos derrotados, decía: «Id tirando, que yo voy hacer otro descenso. En esta ocasión ha cogido un remonte a una cima muy alta pero ya no desciende, y nosotros, aquí abajo, vamos tirando.

Alberto López Coya,

presidente de la Asociación «Camerino 22», Oviedo